30 may 2011

Lecturas imprescindibles (12): Antonio Muñoz Molina. Hora de despertar

Fuente | Presseurop

"Políticamente, soy un socialdemócrata". Así se define en el autorretrato colgado en su web personal el (magnífico) escritor Antonio Muñoz Molina. Y ahonda en la confesión: "Defiendo la instrucción pública y la sanidad pública, el respeto escrupuloso de la legalidad democrática, la igualdad de hombres y mujeres, el derecho de cada uno a elegir su forma de vivir y si es preciso de morir dentro de la conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Derechos sin responsabilidades son privilegios; un derecho individual beneficia a la comunidad; un privilegio siempre se ejerce a costa de alguien. Ser progresista no es defender a rajatabla al grupo al que uno pertenece sino vindicar como propias las causas singulares de quienes en principio no son como nosotros. Un progresista, aunque sea hombre, es feminista; aunque sea heterosexual, defiende con vigor el respeto a la condición y la igualdad jurídica de los homosexuales; un progresista se rebela contra el sufrimiento innecesario de los animales y contra el despilfarro de los bienes ambientales que son de todos, también de las generaciones futuras".

Cito este párrafo de su particular currículo público (y privado) porque considero que ha de tenerse en cuenta al leer el impagable (y autocrítico) artículo que Muñoz Molina escribió un par de días antes de las pasadas elecciones, animado por la revuelta popular que está teniendo lugar en las plazas públicas españolas: 'Hora de despertar', se titula... y su honestidad produce escalofríos:

"He pensado desde hace muchos años, y lo he escrito de vez en cuando, que España vivía en un estado de irrealidad parcial, incluso de delirio, sobre todo en la esfera pública, pero no solo en ella. Un delirio inducido por la clase política, alimentado por los medios, consentido por la ciudadanía, que aceptaba sin mucha dificultad la irrelevancia a cambio del halago, casi siempre de tipo identitario o festivo, o una mezcla de los dos. La broma empezó en los ochenta, cuando de la noche a la mañana nos hicimos modernos y amnésicos y el gobierno nos decía que España estaba de moda en el mundo, y Tierno Galván -¡Tierno Galván!- empezó la demagogia del político campechano y majete proclamando en las fiestas de San Isidro de Madrid aquello de "¡El que no esté colocao que se coloque, y al loro!" Tierno Galván, que miró sonriente para otro lado, siendo alcalde, cuando un concejal le trajo pruebas de los primeros indicios de la infección que no ha dejado de agravarse con los años, la corrupción municipal que volvía cómplices a empresarios y a políticos [...].

El orgullo vacuo del ser ha dejado en segundo plano la dificultad y la satisfacción del hacer. Es algo que viene de antiguo, concretamente de la época de la Contrarreforma, cuando lo importante en la España inquisitorial consistía en mostrar que se era algo, a machamartillo, sin mezcla, sin sombra de duda; mostrar, sobre todo, que no se era: que no se era judío, o morisco, o hereje. Que esa obcecación en la pureza de sangre convertida en identidad colectiva haya sido la base de una gran parte de los discursos políticos ha sido para mí una de las grandes sorpresas de la democracia en España. Ser andaluz, ser vasco, ser canario, ser de donde sea, ser lo que sea, de nacimiento, para siempre, sin fisuras: ser de izquierdas, ser de derechas, ser católico, ser del Madrid, ser gay, ser de la cofradía de la Macarena, ser machote, ser joven. La omipresencia del ser cortocircuita de antemano cualquier debate: me critican no porque soy corrupto, sino porque soy valenciano; si dices algo en contra de mí no es porque tengas argumentos, sino porque eres de izquierdas, o porque eres de derechas, o porque eres de fuera; quien denuncia el maltrato de un animal en una fiesta bárbara está ofendiendo a los extremeños, o a los de Zamora, o de donde sea; si te parece mal que el gobierno de Galicia gaste no sé cuántos miles de millones de euros en un edificio faraónico es que eres un rojo; si te escandalizas de que España gaste más de 20 millones de euros en la célebre cúpula de Barceló en Ginebra es que eres de derechas, o que estás en contra del arte moderno; si te alarman los informes reiterados sobre el fracaso escolar en España es que tienes nostalgia de la educación franquista.

He visto a alcaldes y a autoridades autonómicas españolas de todos los colores tirar cantidades inmensas de dinero público viniendo a Nueva York en presuntos viajes promocionales que solo tienen eco en los informativos de sus comarcas, municipios o comunidades respectivas, ya que en el séquito suelen o solían venir periodistas, jefes de prensa, hasta sindicalistas. Los he visto alquilar uno de los salones más caros del Waldorf Astoria para 'presentar' un premio de poesía. Presentar no se sabe a quién, porque entre el público solo estaban ellos, sus familiares más próximos y unos cuantos españoles de los que viven aquí [...].

Lo que yo me preguntaba, y lo que preguntaba cada vez que veía a un economista, era cómo un país de mediana importancia podía permitirse tantos lujos. Y me preguntaba y me pregunto por qué la ciudadanía ha aceptado con tanta indiferencia tantos abusos, durante tanto tiempo. Por eso creo que el despertar forzoso al que parece que al fin estamos llegando ha de tener una parte de rebeldía práctica y otra de autocrítica. Rebeldía práctica para ponernos de acuerdo en hacer juntos un cierto número de cosas y no solo para enfatizar lo que ya somos, o lo que nos han dicho o imaginamos que somos: que haya listas abiertas y limitación de mandatos, que la administración sea austera, profesional y transparente, que se prescinda de lo superfluo para salvar lo imprescindible en los tiempos que vienen, que se debata con claridad el modelo educativo y el modelo productivo que nuestro país necesita para ser viable y para ser justo, que las mejoras graduales y en profundidad surgidas del consenso democrático estén siempre por encima de los gestos enfáticos, de los centenarios y los monumentos firmados por vedettes internacionales de la arquitectura.

Y autocrítica, insisto, para no ceder más al halago, para reflexionar sobre lo que cada uno puede hacer en su propio ámbito y quizás no hace con el empeño con que debiera: el profesor enseñar, el estudiante estudiar haciéndose responsable del privilegio que es la educación pública, el tan solo un poco enfermo no presentarse en urgencias, el periodista comprobando un dato o un nombre por segunda vez antes de escribirlos, el padre o la madre responsabilizándose de los buenos modales de su hijo, cada uno a lo suyo, en lo suyo, por fin ciudadanos y adultos, no adolescentes perpetuos, entre el letargo y la queja, miembros de una comunidad política sólida y abierta y no de una tribu ancestral: ciudadanos justos y benéficos, como decía tan cándidamente, tan conmovedoramente, la Constitución de 1812, trabajadores de todas clases, como decía la de 1931.

Lo más raro es que el espejismo haya durado tanto".

Mis posmodernos favoritos (43): Santiago González

Fuente | Ikeblogg

Hace algo más de tres años que Santiago González se incorporó a la plantilla de El Mundo, tras su llamada a filas por parte de Pedro J. Ramímez. Por aquel entonces, el periodista vasco era uno de los candidatos ideales para pasar a formar parte de una tropa (cada vez más) ardiente: González pasaba por ser uno de los (más ilustres) conversos políticos y mediáticos del patio soberanista, y el ínclito director 'mundialista' no dejó pasar la oportunidad de hacerse con sus servicios, apostando todos sus ahorros a la certeza de que aquel se dedicaría desde las páginas del segundo diario nacional a soltar mandobles a diestro y siniestro, con especial inquina en lo referente al ejército progresista. No en vano, González había comandado la comunicación de algunas instituciones vascas bajo el mando de Ramón Jáuregui, antes y después de pasear su (afilada) pluma por diversos medios norteños.

Dicho y hecho, don Santiago (y cierra Euskadi) atiza de lo lindo desde su(s) blog(s) y sus columnas a los (cada vez menos) socialistas y obreros españoles y vascos y, de propina, a la prensa socialdemócrata que (todavía) los arropa. Le salvan, eso sí -a diferencia de sus irresponsables colegas cobijados bajo el ala derecha del periodismo nacional-, su escrupuloso respeto al honor de la verdad y su diestro manejo en el arte del humor (cuasi británico), como puede comprobarse leyéndolo (y escuchándolo en su repaso a la prensa del día en Onda Cero).


Mis muertos más frescos (4): Gil Scott-Heron


El pasado sábado falleció (prematuramente) Gil Scott-Heron, el 'Dylan negro', el padrino del rap. Ahora que se vocifera (con la connivencia de los poderes fácticos, eso sí) contra el sistema y se aplaude la contracultura, resulta que va y nos deja huérfanos uno de los adalides de la lucha contra todo lo que oliera a 'mass' y a 'media', un activista que desde su atalaya literaria y musical bombardeó la línea de flotación del orden establecido (a la fuerza) por los mandamases de una revolución que, por llevarle la contraria, sí fue televisada.

En los setenta fundió la 'spoken word' con los tradicionales ritmos negros -soul, jazz, funk o r&b- para dar forma a su manifiesto vital. En los ochenta titubeó. Y en los noventa desapareció del mapa sonoro por culpa de sus adicciones y sus encontradas relaciones con la justicia. Paradojas del destino, resucitó musicalmente tan solo unos meses antes de morir físicamente. Fue el año pasado, cuando se plantó de nuevo en nuestros oídos con un irónico trabajo titulado 'Soy nuevo aquí' ('I'm new here'): un testamento profesional que, mientras cae la lluvia tras los cristales de esta primavera rebelde, atenúa (de fondo) la desolación por la pérdida de una nueva víctima del sida.

Fuente | YouTube

Mis posmodernos favoritos (42): Sansón


El Norte de Castilla, el decano de la prensa diaria española que dirigiera Miguel Delibes a mediados del siglo XX, resiste los embates del nuevo periodismo posmoderna, arropado por el grupo Vocento, plácidamente acomodado entre los principales rotativos de provincias de nuestra península histérica. Las razones de su éxito son infinitas pero, de un tiempo a esta parte, su principal baluarte se llama Rafael Vega, alias 'Sansón', un humorista (gráfico y tipográfico) que, poco a poco, se va haciendo imprescindible en el panorama viñetístico español.

Desde hace algunos años, sus colaboraciones en El Norte de Castilla han frecuentado diversos géneros, tanto escritos como dibujados, pero ha sido con su viñeta diaria, Ojos que no ven, con la que ha logrado traspasar las fronteras regionales para situarse, con la desinteresada colaboración de las redes (sociales), en la vanguardia del humor gráfico patrio, gracias a la agudeza de sus textos y a la ingenuidad de sus trazos, que huyen de la caricatura pública al uso -aunque no la desprecian- para centrarse en sus propios personajes.

28 may 2011

Mis vicios (in)confesables (8): Woody Allen

Fuente | Fotogramas

Me aburre soberanamente el pleito que se traen entre manos los palmeros y los detractores de Woody Allen de un tiempo a esta parte sobre si el (ya veterano) director neoyorquino se dedica en los últimos años a hacer turismo cultural y a vivir de las rentas (cinematográficas) o se halla inmerso en una fase de refundación de sus tesis pretéritas. Me aburre, sobre todo, porque, por el camino de esta (eterna) discusión, más de uno se está perdiendo algunas de las mejores piezas del cine posmoderno.

El último estreno de Allen, 'Midnight in Paris', ha vuelto a reabrir el debate, aunque la crítica que antaño le despreciaba ahora le perdona cualquier desliz -¡oh, la, la!- y el público aplaude desde las salas un juego metacultural cuyos entresijos, las más de las veces, escapan a sus entendederas. Paradojas del siglo XXI y sus moradores: cuanto más pedante se pone Allen, mejor responde la taquilla.

Sea como fuere, la última narración cinematográfica de Allen hace un (sobresaliente) alarde de sencillez argumental en plena época de rendición generalizada ante los artificios estructurales y coyunturales: no necesita echar mano de efectos digitales para pasear a sus protagonistas (y, de su mano, al espectador) por al menos tres épocas distintas sin que el discurso se resienta. Y todo ello (únicamente) para certificar la premisa de que cualquier tiempo pasado (no) fue mejor.

La película ofrece, por lo dicho anteriormente, dos lecturas: la inmediata, para los legos en la materia propuesta; y la (relativamente) oblicua, que hace las delicias de los 'midcults' al ver recompensados en la pantalla sus esfuerzos culturetas. En todo caso, 'Midnight in Paris' no es más que un esbozo, la prórroga lúdica de una idea genial -aunque no inédita, pues ya se encuentra presente en su cine y en su literatura pasados- pergeñada por un ilusionista que se va haciendo mayor sin renunciar a sus legendarias paranoias pero apostando firmemente por un vitalismo que para sí quieran muchos de sus jóvenes colegas de profesión.

Fuente | YouTube

Mis posmodernos favoritos (41): El ojo Izquierdo

Fuente | El País

Fue redactor jefe de Diario 16, subdirector de Informaciones y corresponsal de EFE en La Habana. En 1983 se incorporó a El País como jefe de Edición, y allí fue redactor jefe y subdirector. En 1989 emigró como director a los Servicios Informativos de Canal +. En 1995 volvió a El País como director adjunto. Desde septiembre de 2005 hasta noviembre de 2009 fue director de los Informativos de Cuatro y de CNN+, a los que se llevó de la mano a Iñaki Gabilondo.

Este era, pizca más o menos, el currículo que lucía José María Izquierdo antes de estrenarse en la blogosfera con El ojo izquierdo, un diario de diarios -con versión reducida en la cadena SER- en el que, cual catavenenos, analiza la prensa cada mañana antes de servirla (calentita) a los señores lectores. Con la autoridad que otorga el éxito (y el fracaso), Izquierdo zarandea -de lunes a viernes- desde su "revista de prensa en absoluto neutral" los cimientos periodísticos de la península histérica.

Cuando apareció su blog en febrero de 2010, los de la acera (des)informativa de enfrente le desacreditaron como analista de prensa, y desde entonces no han parado de insultarle -'El Tuerto', le llama un antiguo asalariado suyo-. Para notar la diferencia entre los unos y el otro basta acudir al propio blog, donde hace unos meses, a raíz de la publicación de Los cornetas del apocalipsis, se lamentaba: "Me he descubierto en una entrevista en prensa que me han hecho con motivo de la presentación del libro llamando 'animal de bellotas' a uno de los cornetas. Y no me he gustado nada. Seguro que lo dije, que a nadie quiero culpar, pero desde aquí pido toda clase de disculpas al aludido. Evito los insultos y me molesta reconocerme en ese grosero personaje. Qué le vamos a hacer. Lo lamento".

El ojo Izquierdo, en fin, es un aconsejable instrumento para medir la temperatura a la que arde el papel (de periódico) en España.


23 may 2011

El principio del fin (2)

Fuente | kiosko.net

Todo esto (y mucho más) sucedió ayer, como de costumbre. Resaca electoral: jornada propicia para la hipérbole indiscreta. Sea. Pero no se olvide que ayer también pasó esto:

Fuente | twitpic

Y antes (y durante), esto otro:

Fuente | YouTube

No se olvide.

22 may 2011

Mis posmodernos favoritos (40): Visto en Twitter


Desde que hace cinco años Jack Dorsey creara Twitter, este servicio de microblogging limitado a 140 caraceteres no ha parado de crecer en popularidad (y en influencia), hasta convertirse en una de las redes sociales más seguidas (y respetadas) por los vips socioculturales que en el (ancho) mundo son. Como resulta (materialmente) imposible seguirle la pista a todo aquello que de bueno nos ofrece Twitter, un par de adictos españoles inventaron hace algún tiempo una plataforma desde la que servir al resto del mundo lo que ellos consideran "contenido de calidad": Visto en Twitter. En este cajón de sastre virtual cabe de todo pero escasean los mensajes que dejan indiferente. En cualquier caso, el servicio que Minipunk y TuristaEnTuPelo prestan a la sociedad es impagable y, como la red a la que sablean, crea adicción.

Avisado quedas.


Fuente | Casa América

Mi compromiso con la democracia: no votar

Fuente | No les votes

"Una vez el malestar se ha hecho indignación, ya solo falta lo más difícil: transformar este sentimiento en una política" (Josep Ramoneda, El País).

Fuente | Euronews

El genial ilustrador Enrique Flores, con quien tuve la suerte de compartir páginas cuando yo dirigía VOZ emérita y él editorializaba con sus viñetas, está realizando el mejor (auto)rretrato del movimiento 15-M en su blog personal, desde el que ya ha dado el salto a diarios como Público.

Fuente | 4ojos

No les votes y únete a la demanda de una democracia real ya: porque somos más (que ellos) y el futuro es (pese a quien pese) nuestro.

Fuente | El País

17 may 2011

Mis posmodernos favoritos (39): Blog de pecho

Fuente | El Mundo

Rubén Amón se define a sí mismo como "barítono frustrado y pianista de grado elemental" y en su Blog de pecho, uno de los rincones melómanos más amenos de la red, habla de ópera y de música clásica, "sin acritud ni afán de proselitismo". Pero Rubén Amón es mucho más que un (exquisito) espectador y crítico de la (mal llamada) música culta. Recientemente declinó la oferta de Pedro J. de incorporarse a la pandilla de mandamases de El Mundo, del que ha sido corresponsal durante más de una década en Roma y París y en cuya web aloja, además de su bitácora musical, el contrapunto al videoblog del director: 2' en El Mundo.

Ha publicado diversos libros sobre algunas de sus adoradas pasiones, como la música y los toros, aunque su (amplísimo) bagaje cultural abarca mucho más que eso. Siempre, eso sí, adoptando una perspectiva desenfadada que retrata sin filtros al joven travieso y al maduro 'bon vivant'.

Empeñado en alejarse de la pose infinita que gasta el público que frecuenta sus gustos musicales, se afana en proponer (sin prejuicios) todo aquello que merezca nuestra atención, como hizo recientemente con la polémica puesta en escena de 'Król Roger' estrenada en el Teatro Real de Madrid por el 'enfant terrible' polaco Krzysztof Warlikowski, a quien, dicho sea de soslayo, pude saludar hace un año y medio en un encuentro profesional en una nave industrial de las afueras de Varsovia tras las cuatro horas y cuarenta minutos de representación de su genial '(A)pollonia'.


Fuente | YouTube

Casa de citas (7): ...Tareas sin beneficio asegurado

Fuente | El País

"No hacen falta demasiadas cosas en la vida pero sí una habitación con una ventana; una habitación que sea de uno y con una puerta a la que en caso necesario se le pueda añadir un pestillo o echar la llave, como dice Virginia Woolf; una habitación con una ventana por la que entre algo de luz natural y desde la cual se pueda observar un fragmento de vida y un ingreso decente que le conceda a uno el sosiego necesario para sus indolencias o para sus tareas sin beneficio asegurado".

Mis posmodernos favoritos (38): Patente de corso


Las ansias clasificadoras de los gurús culturetas de nuestra península histérica se están dejando escapar vivo al más noble y honesto de los narradores y columnistas nacionales. La indefinición política de Arturo Pérez-Reverte, o más bien su desmedido afán de atizar mandobles dialécticos a diestro y siniestro, (man)tienen descolocada a la plebe mediática, que anda como loca sin saber a qué carta quedarse ante el monarca de las letras españolas -dicho sea sin retranca, por dios, por la patria y el rey-. Sea como fuere, el caso es que el clasicómano escritor murciano va camino de convertirse en la posmoderna mosca cojonera por antonomasia de nuestra nunca bien ponderada nación.

Sus méritos pueden rastrearse, desde hace (la friolera de) veinte años, en las páginas de lo que ahora ha dado en llamarse XLSemanal, es decir, el suplemento del grupo Vocento que distribuyen en la actualidad 25 diarios nacionales. Su Patente de corso, recopilada además en cuatro tomos librescos -hasta la fecha-, se instaló de manera ordena hace ya algún tiempo en la red, convirtiéndose en parada (y fonda) obligada para todos aquellos espíritus lúcidos condenados de por vida a seguir los pasos de las gemelas Historia -con mayúsculas, nombres y apellidos, fechas y toda la pesca- e historia -anécdotas y detalles que elevan lo particular a universal, mayormente-.

La rabia rojigualda de Pérez-Reverte se desata de ordinario en su reserva espiritual, como muestra su última andanada, soltada a cuenta del bicentenario de la batalla de La Albuera, celebrado ayer a escasos kilómetros del lugar desde donde tecleo ahora mismo: tanto, que casi puedo oler aún la pólvora de la descarga emocional.

Lecturas imprescindibles (11): Julian Baggini. Toda la verdad

Fuente | Prospect

Me fascina la verdad. Y me espanta que algunos profetas (aparentemente) bienintencionados nieguen su existencia. Por eso me encanta leer (y reflexionar) acerca de la (inagotable) cuestión; y por lo mismo creo imprescindible la lectura del artículo publicado en Prospect por el filósofo británico Julian Baggini en el que se regodea, con gusto (y tino), en la pertinencia de una aseveración tan vetusta como "toda la verdad":

"Es irónico que las mismas reglas del lenguaje no parlamentario que prohíben a los parlamentarios llamarse mentirosos los unos a los otros también prohíban calificar a otro miembro de 'borracho'. Los miembros tienen prohibido acusar a otros de no decir la verdad en algunos casos, y después están obligados a ocultar la verdad en otros.

No hay nada más común que la inconsistencia y la confusión respecto al imperativo de no decir una mentira. Mientras que 'mentiroso' es universalmente un término de oprobio, casi todos admiten que el mundo social dejaría de girar sin un buen esparcimiento de mentiras piadosas, medias verdades, y evasivas.

[...] Tal como yo lo veo, la clave está en reconocer que mentir es un problema por aquello que deja de ser: decir la verdad. Y si mentir es un asunto complejo, es porque la verdad también lo es. Así que una vez que llegamos a la verdad sobre mentir, ya nos encontramos en un vertiginoso enredo de ideas. Por dar un ejemplo, ahora mismo podría prometer decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. El problema es que a veces decir la verdad no tiene sentido, decir la verdad es imposible o quizá haya otras cosas aparte de la verdad que también importan. Así que si seguía con ni una sola mentira más, la propia promesa ya habría sido una.

El problema de decir 'la verdad' empieza con el artículo definido, porque siempre hay más de una forma de dar un relato o descripción verdaderos [...].

Esto también sucede con muchos abogados, que siempre instruyen a sus clientes para que digan solo cosas ciertas, pero dejen a un lado cualquier cosa que pueda incriminarles. Esto expone la diferencia entre una forma verdaderamente moral de pensar y una especie de sustituto legalista. El pensamiento legalista solo pregunta: '¿qué tengo permitido hacer?' mientras el pensamiento verdaderamente moral pregunta '¿qué sería lo correcto hacer?'. [...] Las formas morales de pensamiento están siendo sustituidas cada vez más por las legalistas. Pensamos más en nuestras facultades jurídicas, nuestros derechos y nuestras obligaciones estrictamente legales y menos en lo que se requiere para ser una buena persona.

Los códigos morales que recalcan la acción de eludir la mentira son más legalistas que las morales, porque acaban centrándose en la cuestión técnica de si una alegación es verdadera o falsa, no en el problema moral de si está siendo veraz de una forma apropiada. No decir mentiras se convierte en una virtud en sí misma cuando, como mantenía el filósofo Bernard Williams en Verdad y Veracidad, hay dos virtudes positivas de la verdad, y cada una es en cierto modo compleja. A la primera la llama precisión, a la segunda sinceridad. La gente que pide que jamás mintamos no solo descuida la segunda; también tiene una pobre comprensión de la primera. Decir que la verdad requiere precisión no significa simplemente que todo lo que digas deba ser cien por cien correcto, sino que debe incluir todas las verdades relevantes. [...] La precisión nos obliga a decir lo suficiente para obtener una imagen precisa: no decir mentiras solo nos obliga a asegurarnos de que lo que decimos no es falso.

La segunda virtud de la verdad, la sinceridad, no se requiere para nada en el caso de los 'evitamentiras'. La sinceridad concierne al serio deseo de decir lo que verdaderamente piensas y lo que verdaderamente hay [...].

El énfasis de Williams en las virtudes de la verdad es por tanto mucho más valioso que los énfasis legalistas en los vicios de mentir. Demuestra que la veracidad -toda la verdad, si se prefiere- requiere más que decir cosas ciertas, y reconocer a la vez que, de todas formas, no existe realmente algo como 'toda la verdad'. La revelación plena nunca es posible. La veracidad es en gran medida una cuestión de decidir qué es razonable no dar a conocer.

No obstante, incluso el relato de Williams deja fuera algo más que es muy importante: la cuestión de si la verdad triunfa siempre o no sobre otras virtudes. 'Nada más que la verdad' es una máxima equivocada si las otras cosas aparte de la verdad importan más. Los ejemplos más obvios son los de la cortesía y la preocupación por los sentimientos de la gente, donde la amabilidad importa más que la revelación de la plena y cruda verdad. Pero incluso aquí hemos de ser cuidadosos. Existe el riesgo de reconsiderar qué es mejor para la gente, o lo que pensamos que son capaces de manejar. Normalmente, es mejor dejar a la gente que saque sus conclusiones en función de los hechos. Ocultar la verdad por el beneficio de otros está a veces justificado, pero a menudo solo reduce su autonomía. Esto es en lo que Kant acertaba cuando afirmó que mentir viola la dignidad del hombre.

A veces, podemos estar justificados para mentir a los otros también por nuestra propia dignidad [...].

Incluso cuando afecta a asuntos que pertenecen verdaderamente al dominio público, deberíamos preguntarnos si preferiríamos que los políticos dijeran simplemente la verdad. ¿Sería de verdad inteligente que un primer ministro anunciara, cuando estallase una crisis, que en verdad nadie sabe todavía qué ha pasado ni que tenga una pista de qué hacer a continuación? El liderazgo en una crisis puede requerir proyectar más calma y control que el que está tras las puertas cerradas. Una mayor honestidad en la política sería ciertamente algo bueno, la completa honestidad sería probablemente desastrosa.

Pero quizá el más interesante contra-ejemplo de las virtudes gemelas de sinceridad y precisión fue el propuesto por el sociólogo Steve Fuller, que ha sido largamente condenado por sugerir que la teoría del diseño inteligente merece ser escuchada. Muchos de los colegas de Fuller saben que él es un tipo inteligente, y no pueden entender por qué persiste en este tipo de argumento. [...] La idea de que nadie debería decir lo que realmente piensa es un sinsentido narcisista, decía. La función del intelectual es decir lo que cree que es más necesario decir en un momento dado en un debate, no rendir testimonio de sus convicciones más profundas.

Aunque esto podría implicar un cierto fingimiento, sirve mejor a la causa de establecer la verdad a largo plazo que decir simplemente la verdad tal como la ves. Lo que importa es cómo lo que uno diga ayude a construir la verdad más amplia y expansiva, no si como ingrediente distinto es más o menos verdadero que otro.

Encuentro el argumento de Fuller muy convincente. [...] En el caso del diseño inteligente, creo que Fuller está afilando la navaja equivocada, y peligrosa, de hecho. Pero la idea de que el consenso contemporáneo necesite que se agite un poco su adormilamiento dogmático no es tan estúpido, y tal vez justifique una suspensión de la sinceridad en aras de llevar más allá el debate.

Hay, por tanto, numerosas razones por las que mentir no siempre está mal, y por las que decir la verdad no siempre es la prioridad principal. No obstante, es vital recordar que -al final- la verdad importa. Se podría inventar una situación hipotética en la que tuvieramos que elegir entre mentir o crear miseria para toda la humanidad, pero hasta que, y a menos que, lleguemos alguna vez a tales panoramas, la mayoría de nosotros valora la verdad, y nos desagrada la mentira. La verdad debería ser lo predeterminado; mentir, una excepción que requiere una justificación especial.

[...] Podemos no ser las únicas criaturas que tienen una 'teoría de la mente' -la capacidad de ver el mundo desde el punto de vista de los otros- pero lo cierto es que somos la especie en que esa capacidad está más desarrollada. Es precisamente por esto por lo que surge la posibilidad de la mentira. Podemos mentir solo porque entendemos que los otros pueden estar hechos para ver el mundo de otra forma de la que nosotros sabemos que es.

Pero la teoría de la mente también está conectada con otra capacidad humana: la empatía. Como defendían Adam Smith y David Hume mucho antes de que la psicología moderna reforzara sus argumentos, nuestra capacidad para entender cómo se sienten otras personas es lo que hace posible la moral. La comprensión emocional es lo que rige la regla de oro: simplemente imaginar cómo sería sufrir una maldad nos enseña por qué está mal. Y lo mismo pasa con ser mentido. De esa forma, nuestra capacidad para asumir el punto de vista de otro es lo que hace posible mentir y lo que nos da una razón para no hacerlo, no habitualmente, al menos".

Mis posmodernos favoritos (37): Elecciones.es

Fuente | Elecciones.es

Estamos a tan solo cinco días de decidir quiénes serán nuestros (i)legítimos representantes públicos en la administración local y regional durante los próximos cuatro años y, para los (rezagados) indecisos, para los tibios de vocación o para los (simplemente) juguetones -como un servidor, abstencionista (in)corruptible-, existe en la red de redes ibérica una página, Elecciones.es, en la que, mediante un simple (y simplista) cuestionario, podemos "descubrir cuáles son los partidos más cercanos" a nosotros. O sea, tú respondes a un puñado de preguntas sobre asuntos de interés general y el sitio en cuestión te indica, generosamente, qué opción política deberías votar. Gratis total.

Por supuesto, el invento no debe ser tomado demasiado en serio -no incluye créditos que delaten su (interesada) procedencia-, ya que su pseudoprogesista mecanismo interno resulta (escandalosamente) favorable a los intereses de UPyD; por una simple razón: no tiene en cuenta a los candidatos, sino a las (escasas) propuestas concretas incluidas en los (ambiguos) programas electorales. De lo contrario, la indigesta conversa Rosa Díez saldría (mucho) menos favorecida en este (por lo demás entretenido) retrato robot del electorado patrio.

16 may 2011

Mis vicios (in)confesables (7): Series de TV


Nunca pensé que algún día llegaría a escribir esto: estoy enganchado a las series de televisión. Nunca me gustaron los seriales catódicos: siempre preferí la concisión cinematográfica a la digresión televisiva. Jamás soporté la condena que suponía condicionar la rutina diaria en (la supuesta) virtud de unos personajes y unas tramas prorrogados (las más de las veces) sin sentido con el único objetivo de rentabilizar una inversión determinada. Pero los tiempos cambian y las circunstancias consumidoras (y consumistas) con ellos. La ficción que proyecta la (cada vez menos) pequeña pantalla en pleno siglo XXI bien vale una revisión de las filias y fobias de cualquier espectador medianamente inquieto, y yo no podía mantenerme durante mucho tiempo ajeno a la edad de oro de un género que nunca rayó a tan alto nivel como en la actualidad.

El fenómeno ha rebasado los límites domésticos y, tanto desde el ámbito académico como desde los oblicuos análisis vertidos en la red por los adalides de la posmodernidad, se aplauden por igual sus excelencias. Dos ejemplos recientes son Teleshakespeare y Guía de complejos, escritos por Jorge Carrión y José Luis Molinuevo, respectivamente. Sendos ensayos dan cuenta de la profundidad sociocultural alcanzada por las series (norteamericanas) en el nuevo milenio y por esa misma senda transita Martín Schifino en su último artículo publicado en Revista de Libros, en el que se plantea, retóricamente, la pertinencia de bautizar al puñado de joyas que pasa a analizar como '¿Series de oro':

"Podría decirse que las series son hoy el nuevo pan-arte, pues aprovechan tanto las técnicas narrativas de la novela como los estándares de producción del mejor cine. Lo indudable es que la escritura televisiva está viviendo una edad de oro.

Buscando un inicio, aunque sea simbólico, uno situaría el renacimiento el 10 de enero de 1999, cuando Tony Soprano despertó con el corazón hecho un bombo. Malas noticias para Tony, sacudido por sus ataques de pánico. Y buenas para nosotros, invitados a intimar con los dilemas de un paterfamilias que dirigía una organización criminal desde los sillones raídos de un puticlub. Las seis temporadas de la serie nos enfrentaron con emociones tan horrendas como fascinantes, entre las que no faltaron las luchas entre las pulsiones individuales y las circunstancias adversas, esto es, los ecos trágicos. En este sentido, los críticos no exageraron al definirla como «shakespeareana»; pero 'The Sopranos' (Los Soprano) rara vez mueve los hilos de piedad y terror preordenados de la tragedia clásica: como Shakespeare, es más bien un vasto muestrario de falibilidades humanas. Tony es un gran personaje rodeado de grandes personajes, cuyas órbitas son de todo menos armónicas.

Al prestarle atención a esas disonancias, David Chase, el creador y escritor principal de la serie, demostró que la televisión cuenta con excelentes medios para la exploración de personajes. En el cine, donde dos horas es el envase narrativo estándar, las historias suelen concentrarse en dramas localizados y crisis puntuales; sencillamente, no hay tiempo para investigar la interacción verosímilmente errática de varios personajes. Pero las series pueden permitírselo, porque tienen tiempo desde el comienzo: en una temporada hay doce o trece episodios de una hora, y una serie de éxito dura entre cinco y siete temporadas (unos sesenta capítulos). La mera sucesión crea una ilusión de realidad mucho mayor que la del largometraje más largo: los personajes viven durante extensos períodos frente a nuestros ojos e incluso envejecen indefectiblemente a la par que los actores, un efecto de genuina novedad, cuyas resonancias son mucho más potentes que el envejecimiento de utilería al que nos tienen acostumbrados los efectos especiales. 

Quizá sea este tiempo sentido, internalizado, lo que más acerca las series a la novela. Porque, como ha notado la escritora Lorrie Moore, 'ya sea en forma de horas o de páginas, hace falta tiempo para transformar un tipo social en un ser humano, la demografía en drama'. Moore lo dice al hablar de 'The Wire' (Bajo escucha, 2003-2008), la otra gran producción de HBO de la década pasada, una serie sobre el narcotráfico en la ciudad de Baltimore que mereció el elogio de 'tolstoiana'. Tolstói, por supuesto, fue el gran enemigo de Shakespeare, pero no hay que buscar en 'The Wire' la contrapartida de 'Los Soprano', sino más bien una expansión de su ámbito. Las historias sobre la familia Soprano y su círculo suelen mantenerse en la intimidad, pegadas a los conflictos individuales: la crisis de fe de Carmela, las deficiencias de Tony como marido, los desguaces de tal o cual mafioso, a lo sumo las rencillas entre pandilleros. 'The Wire' es una narración poliédrica en la que se conectan, novelísticamente, la vida privada de los habitantes y los intereses institucionales de toda una ciudad. Y, en efecto, David Simon, su creador, la llama 'no un programa de televisión', sino una 'novela'.

[...] Por un lado, la escritura televisiva ha recuperado una técnica de corte folletinesco, en la que cada episodio termina en una situación de suspense o al menos deja algo pendiente para el siguiente. Por otro, los géneros siguen evolucionando fructíferamente más allá de los formatos particulares: cuando una forma nueva adopta el género creado por su precursora, no reproduce estrictamente el camino andado por la anterior, sino que se apoya en los supuestos estéticos e ideológicos de su propia época. ('Lost' [Perdidos], digamos, no retoma las historias fantásticas sobre islas donde las dejaron Jules Verne o Adolfo Bioy Casares: incorpora la historia de la ciencia-ficción hasta Cronenberg, Ballard y más allá.) Las series suelen combinar, así, tradicionalismo y vanguardismo, resolviendo con soltura muchas de las ansiedades del posmodernismo clásico en cuanto a la posibilidad o no de narrar".

15 may 2011

Mis posmodernos favoritos (36): Dirae

Fuente | Dirae

Si eres de los que has tenido alguna vez una expresión en la punta de la lengua que se ha quedado ahí. Si eres de los que saben lo que quieren decir pero no cómo decirlo. Si eres de esos, estás de enhorabuena: tú, y yo y todos los que nos dedicamos a la comunicación en cualquiera de sus manifestaciones. Dirae, un diccionario inverso basado en el Diccionario de la lengua de la Real Academia Española, ha nacido para auxiliarnos. "Es un diccionario inverso porque, en lugar de hallar la definición de una palabra, como en un diccionario ordinario, halla palabras buscando en su definición". Además, escogiendo bien los términos de búsqueda, "Dirae puede servir también como tesauro asociativo, buscador etimológico, buscador de sinónimos, buscador de categorías gramaticales y otras funciones lexicológicas".

Creado por (el insultantemente joven) Gabriel Rodríguez Alberich, que reconoce que "este proyecto no existiría sin el inmenso trabajo académico de la Real Academia Española en la confección de su diccionario y su puesta en disposición al público mediante su buscador en Internet", el invento se usa más o menos así:

"Todos los términos introducidos importan. Es decir, se usan todos los términos para buscar.

Los términos pueden ser palabras sueltas o frases, las cuales deben ir encerradas entre comillas ("").

No se tienen en cuenta las mayúsculas.

Si se quiere excluir un término de los resultados, se le puede poner un signo menos (-) delante.

El diccionario no solo encuentra las palabras que coinciden exactamente con los términos de búsqueda, sino también las que comparten lexema con ellos (stemming). Para anular este comportamiento y buscar solo coincidencias exactas, puedes encerrar el término entre comillas".

A lo peor, a estas alturas, todavía te parece algo complejo de entender y de utilizar. Descarta esa idea y prueba: el simple ejercicio con este posmoderno artefacto lingüístico resulta una apasionante experiencia.

Casa de citas (6): (Auto)definición política

Fuente | Espantajo

"Seguimos definiéndonos de forma similar a la que hizo Irvine Welsh en una entrevista para La Escuela Moderna: 70 por ciento extrema izquierda ('hay que distribuir todo esto equitativamente, amigos; y terminar de una vez con los privilegios de clase'), 25 por ciento socialdemócratas ('hay que reforzar el estado del bienestar, bla-bla') y un 5 por ciento extrema derecha jacobina ('¡Colguemos a ese canalla con sus propios intestinos!'), estilo Terror".

Mis posmodernos favoritos (35): El cine según TFV


Tomás Fernández Valentí es abogado pero sus pleitos más populares los mantiene con el grueso de los colegas de su otra profesión: los críticos cinematográficos. Desde 2009 da cuenta de sus colaboraciones mediáticas -Dirigido por..., Imágenes de Actualidad, Scifiworld, cinearchivo.com...- en el blog El cine según TFV, que además recoge sus valoraciones particulares sobre aquello que considera más destacable de la actualidad y del pasado cinematográficos. Su fama de francotirador opinativo le persigue y son legendarias entre el mundillo audiovisual sus valoraciones a la contra: en cuanto huele a unanimidad corre como un poseso a situarse en la acera de enfrente. Peca de prolijo y sus hipérboles (positivas y negativas) lo convierten en carne de cañón para la crítica seria, aunque de no ser por sus juicios redentores, nuestras retinas se habrían perdido más de una joya cinematográfica o, lo que es peor, habrían sido incapaces de apreciar las toneladas de ambiguas cualidades que esconde el cine posmoderno.

Lecturas imprescindibles (10): Jean Daniel. Una ética de la izquierda

Fuente | El País

Jean Daniel es uno de los más respetados referentes intelectuales de la izquierda europea. Veterano de guerra, exbaranda ministerial e incisivo narrador y periodista, pasará a la Historia como fundador y director del semanario francés Le Nouvel Observateur, "cuya orientación se inscribe en el movimiento socialdemócrata. Una tradición constantemente preocupada por compaginar el respeto de las libertades con la búsqueda de la justicia social", según reza en su recientemente renovado estatuto. A sus 90 años, Daniel acaba de publicar una autobiografía titulada, irónicamente, Ese extraño que se me parece y, en plena racha recapituladora, El País difundió hace unos días un (imprescindible) artículo suyo que incluía, a modo de decálogo, "algunas lecciones" aprendidas de sus maestros. En él adelantaba: "Me he convertido en lo que Camus llamaría un 'reformista radical'. Practico lo que Michel Foucault denominaría una 'moral de la incomodidad'. Albergo la ambición de alcanzar una 'felicidad sin obligación de trascendencia', como creo que habría podido decir Spinoza. Se trata simplemente de una ética de izquierda". Una ética de la izquierda que debería convertirse en un manifiesto al que, desde ya, me sumo con sumo agrado:

"1. Ya no quiero cambiar el mundo; quiero reformarlo. De hecho, creo que el mundo cambia por sí mismo mucho más deprisa que nuestro deseo de cambiarlo. Pero si quiero ser reformista no es solo porque haya renunciado a la revolución, sino porque creo en los progresos, y quiero subrayar que he escrito esta última palabra en plural. Es evidente que ya no se puede creer en el progreso en el sentido en que lo hacían Condorcet, Marx o Auguste Comte. Pero antes de que un águila le devorase el hígado, Prometeo consiguió robar ciertos secretos a Zeus; y entre ellos había algunos que hicieron posible que la humanidad diera un enorme salto hacia en el conocimiento. La reforma consiste en hacer desaparecer aquellos secretos que resultaron ser maléficos.

2. El siglo anterior debería conducirnos a desconfiar de todas las revoluciones, a comprender todas las resistencias y a abrazar el espíritu reformista. A condición que esta conversión se lleve a cabo con un radicalismo que impida que los compromisos se conviertan en componendas. El 'reformismo radical' excluye todo relativismo desencantado. Mendes-France decía que la tensión reformadora debe inocular constantemente patetismo en la virtud. La democracia debe ser una pasión.

3. La explosión de los dogmas y de las ideologías debería condenarnos a la humildad y a un verdadero culto de la complejidad. Al margen de las justas políticas y los divertimentos de las polémicas, lo perentorio ya no es soportable. En lo que a mí respecta, he decidido interesarme siempre por las razones de quienes están en desacuerdo conmigo. En este terreno, mi maestro es Raimundo Lulio, un monje mallorquín del siglo XIII que invitaba a los impíos a no escoger entre los tres monoteísmos, sino a formarse su propia síntesis personal.

4. La sabiduría consiste ahora en no separar nunca los conceptos de libertad e igualdad. La primera sin la segunda conduce a la jungla de las competiciones. La igualdad sin libertad lleva a la uniformidad y a la tiranía. Tampoco se debería separar nunca la preocupación por la creación de riquezas de la preocupación por su reparto. El hombre sigue siendo la meta de toda creación.

5. Desde esta óptica, el dinero solo puede ser el símbolo de una mercancía y el instrumento que sirve para hacerla circular mejor. Cuando la especulación conduce a considerar el dinero como un fin y no como un medio, en otras palabras, cuando el capital se 'financiariza', la sociedad entera se transforma en una bolsa de valores que ya solo puede optar entre un individualismo cínico y un latrocinio organizado.

6. Según Marx, la violencia viene provocada por el paso de una sociedad a otra, como ocurrió durante la transición del feudalismo al capitalismo. Solo en este caso considera que la violencia es progresista o, si se quiere, revolucionaria. Contrariamente a lo que se repite por doquier, esta noción no es hegeliana. Hegel elogió la Revolución (1789), pero no el Terror (1793), en el que no vio un progreso, sino todo lo contrario: una regresión. No existe pues una fatalidad progresista de la violencia, sino al revés. Soy partidario de una no violencia ofensiva y no sacrificial.

7. No obstante, puede ocurrir que una guerra a la vez 'inevitable e inexcusable' sea necesaria por razones de autodefensa. Pero solo podría ser declarada como último recurso, después de descartar todas las demás soluciones. Una vez que se ha decidido ir a la guerra, hay que tener en mente tres reflexiones: a) 'Sí, a veces hay que resignarse a la guerra, pero sin olvidar nunca que, pese a la equidad de la causa, eso significa participar de la eterna locura de los hombres' (Barack Obama); b) 'Cada vez que un oprimido toma las armas en nombre de la justicia, da un paso en el campo de la injusticia' (Camus); c) 'La justicia, esa fugitiva que a menudo deserta del campo de los vencedores' (Simone Weil).

8. No está en el destino de una víctima el seguir siéndolo; después de liberarse, puede convertirse en verdugo. Todos aquellos que aceptan responder a la barbarie con la barbarie, utilizando las mismas armas que sus enemigos y traicionando así los valores por los que combaten deberían tener presente este pensamiento. En tal caso, no hay inocentes, solo vencedores o muertos. En una época en la que la fragmentación de los dogmas y los conflictos de la fe conducen a los fanatismos y en la que cada vez es más difícil hablar de valores universales, un odio debe imponerse -y la palabra no es demasiado fuerte-: el odio hacia todos los absolutos. El principio del exterminio de un pueblo constituye el mal absoluto. Los supervivientes de Auschwitz y Ruanda no deben decirse: 'Nosotros nunca más', sino 'esto nunca más'.

9. Ya en mi más tierna infancia aprendí a considerar la humillación como uno de los peores males de la humanidad. Más aun que las opresiones, las ocupaciones y las alienaciones, la humillación es lo que más profundamente hiere el alma de un individuo o una colectividad. Y lo que está detrás de las revoluciones controladas y de las revoluciones fanáticas.

10. Hay varios medios para no colocar nuestro sillón en el sentido de la resignación ante las desgracias de la vida y la maldición de los hombres. Por ejemplo, considerar que 'la vida no es nada, pero nade vale más que una vida' (Malraux), que 'no hay que buscar a Dios en ninguna otra parte que en todas partes' (Gide) y que solo la admiración que se transforma en amor puede impedirnos ver la vida como 'un cuento lleno de ruido y furor contado por un idiota y que no significa nada' (Shakespeare). De todas formas, como dice magníficamente François Cheng, 'todos los juicios, todos los cultos y todos los ritos pueden desaparecer, salvo uno solo, el de la Belleza".

14 may 2011

Mis posmodernos favoritos (34): Carne cruda

Fuente | RTVE

Joven (aunque sobradamente preparado) y radical, Javier Gallego ha encontrado acomodo -de momento y hasta que regrese la derecha al poder, me temo- en Radio 3. Su Carne cruda es, según sus propias palabras, "una carnicería radiofónica en la que hacemos picadillo la realidad social, le sacamos los higadillos a la cultura y abrimos en canal a los personajes más 'rarunos' para servírtelos frescos, sangrantes y con las tripas fuera". Su menú de degustación se compone de "información contracultural, agitación social, activismo político, historias inauditas y personajes singulares, aderezados con humor, ficción, reportajes y las propuestas musicales más audaces y heterogéneas". O sea, un lujo (in)esperado para nuestros oídos y nuestras mentes en estos tiempos de pasividad social y conformismo intelectual.

'Crudo' -así se hace llamar el ínclito Gallego-, atesora un brillante currículo radiofónico, que detalla su paso por varios programas de Radio Nacional y la cadena SER. Su intensa relación con los micrófonos se remata con su faceta de batería de la banda Dead Capo, un combo de jazz-rock desde el que deleita los paladares (melómanos) más exquisitos.

Por si todo esto fuera poco, Javier Gallego es igualmente aficionado a las letras, como muestran sus colaboraciones en antologías de relatos y ensayos (más o menos) posmodernos. Por eso, la lectura del blog de su programa radiofónico resulta tanto o más sustanciosa que la escucha de este: por sus posts desfilan las vergüenzas de la sociedad contemporánea, servidas sin colorantes ni conservantes, con un lenguaje deudor de la generación beat y del realismo sucio.



Fuente | RTVE

10 may 2011

Regreso a Fuenteovejuna

Fuente | YouTube

Hace alrededor de una década me enamoré de 'Fuenteovejuna'. La culpa la tuvo un maestro de la danza española, Antonio Gades, con el que tuve ocasión de compartir desayuno de trabajo. Presentaba a los medios una nueva puesta en escena de 'Fuenteovejuna', su creación más lograda -a mi humilde entender-. La magia de sus explicaciones en una de las salas administrativas del Teatro Real de Madrid precedió a la magia del ensayo general que la tarde siguiente pude presenciar desde el patio de butacas del regio coliseo capitalino. Sobre las tablas, el Ballet Nacional de España que por entonces dirigía Elvira Andrés lucía una (histórica) coreografía que conjuga a la perfección estética y hondura. Algún tiempo después tuve ocasión de contemplar de nuevo -esta vez en función ordinaria, en el Teatro de la Zarzuela- el prodigio artístico, con el mismo resultado: emoción incontenible.

El pasado domingo, mejor acompañado que nunca, regresé a 'Fuenteovejuna' -Fuente Obejuna para la toponimia oficial-. La cita fue, como la primera vez, en el Teatro Real, que estos días rinde un (merecidísimo) homenaje al (tristemente) desaparecido Gades, que en 2011 habría cumplido 75 años. El cuerpo de baile que ahora pasea su repertorio por medio mundo es el de la compañía que lleva su nombre y que gestiona su fundación. Da igual. Más allá de los (escasos) peros que podrían ponérsele a alguno de los solistas, la fuerza intrínseca de la dramaturgia termina imponiéndose.

La adaptación que Gades y José Manuel Caballero Bonald realizaron del inmortal drama escrito por Lope de Vega resucita una y otra vez las mismas emociones gracias a su insuperable mezcla de lo popular y lo clásico, del sonido y del silencio, de la alegría y de la tristeza. La legendaria tragedia anarcoide parida hace cuatro siglos y trasladada a la danza en 1994 conserva intacto su mensaje solidario y rebelde frente a los abusos del poder; un mensaje que hoy parece más necesario que nunca.

Mis posmodernos favoritos (33): Le Monde diplomatique en español


Fundada en 1954, como suplemento del diario Le Monde, Le Monde diplomatique es una publicación mensual de información general y de opinión, editorialmente independiente en el seno del grupo francés de centro-izquierda. La mayoría de sus artículos son redactados por periodistas independientes, intelectuales y universitarios. Se publica en una treintena de idiomas y sus ediciones internacionales se cuentan por decenas, tanto impresas como electrónicas, cubriendo la actualidad de Europa, de América del Sur y del mundo árabe.

Desde finales de 1995 existe Le Monde diplomatique en español, que en su primer número advertía, por parte de su director, Ignacio Ramonet: "En Le Monde diplomatique creemos que informarse sigue siendo una actividad productiva, imposible de realizar sin esfuerzo y que exige una verdadera movilización intelectual... Una actividad tan noble en democracia, como para que el ciudadano decida dedicarle una parte de su tiempo y su atención. Si nuestros textos son, en general, más largos que los de otros periódicos y revistas, es porque resulta indispensable mencionar los puntos fundamentales de un problema, sus antecedentes históricos, su trama social y cultural, su importancia económica, para poder apreciar mejor toda su complejidad".

Esa ha sido la clave del éxito -más tarde corroborado- de una publicación indispensable para conocer con detalle los entresijos de la geopolítica internacional posmoderna, como subrayaba de nuevo Ramonet, en este caso a cuatro manos con Ferran Montesa, en el decimoquinto aniversario de la publicación: "Algunos se extrañan de que un periódico de apariencia tan austera, que sigue publicando artículos largos, serios, documentados, enriquecidos con un sólido aparato de notas de pie de página, consiga no sólo fidelizar a sus lectores sino ampliarlo. Los que de tal suerte se sorprenden no conciben, en el campo mediático, más que dos maneras de hacer periodismo: apostando por la infantilización de la audiencia o procediendo a una aborrecible simplificación de la realidad.

Hoy, los medios reproducen a los medios, como un espejo que refleja otro espejo, en una configuración abismal. Internet y las redes sociales aceleran el fenómeno. Y dibujan una realidad en la que lo importante se diluye en lo trivial, lo verdadero y lo falso se confunden, la lógica maniquea triunfa y el sensacionalismo sustituye a la explicación.

En las columnas de Le Monde diplomatique en español, nos esforzamos por conservar un punto de vista diferente; partiendo del principio de que nuestros lectores no son ni ingenuos, ni incultos. Compartimos con ellos, en este período complejo de transiciones múltiples, una idéntica y rabiosa voluntad de saber y de comprender. En todos los campos, desconfiamos de las 'verdades definitivas' basadas a menudo en consensos dóciles y no en la incómoda confrontación con los hechos. Cuando todos los medios se dejan arrastrar por la velocidad y la instantaneidad, nosotros pensamos que lo importante es ralentizar, frenar, concederse tiempo para el análisis, la reflexión, la duda. Cuando, en la mayoría de los medios, se imponen los 'expertos' y los 'especialistas', o sea 'los que saben cada vez más de un área cada vez menos amplia', nosotros nos esforzamos por proponer una lectura pluridisciplinar y presentar la información bajo sus cinco dimensiones esenciales: política, económica, social, cultural y ecológica".

Así es, y por eso cuesta dinero informarse de manera independiente; aunque la red sirve de manera gratuita algunas piezas ineludibles para despertar el espíritu crítico de los lectores, como los editoriales de Ignacio Ramonet, en los que el autor dibuja "un mapa del mundo y registra como si de un sensibilísimo sismógrafo se tratara, los signos del tiempo para seguir postulando la utopía de un futuro más justo, más libre, más humano" [pueden leerse agrupados en el flamante Quince años de resistencia y de ira].

7 may 2011

Mis vicios (in)confesables (6): Jean-Léon Gérôme



"El exquisito academicismo de Jean-Léon Gérôme es anacrónico. Pero, ¿no es bello, justamente y conforme al axioma en el cual Duchamp fijará la estrategia de las vanguardias, aquello que se pone fuera de contexto? Visto un siglo después, Gérôme tiene la desasosegante seducción de lo que, sin romper con nada, a nada se ajusta: obra fuera del tiempo, la pintura es para él primordial refugio a cuyo abrigo eludir el contacto del mundo gris de la segunda mitad del XIX: el tiempo de la burguesía sin epopeya".

Quien habla -escribe, para ser precisos- es Gabriel Albiac. Y por su boca -por su tinta, negro sobre blanco, para ser exactos- se expresa un servidor. El sótano primero del Palacio de Villahermosa de Madrid, uno de los rincones del Museo Thyssen-Bornemisza, acoge desde el pasado 15 de febrero hasta el inminente 22 de mayo una (inédita) antológica de Gérôme, genial pintor y escultor francés del XIX: un heterodoxo academicista que fue capaz de convertir sus apetencias historicistas, mitológicas y orientalistas en iconos (cuasi) pop capaces de adelantarse un siglo a la posmodernidad.

Rescatado (oportunamente) del olvido en el que moró hasta hace escasas décadas, Gérôme se ha revelado como un excelso maestro de la puesta en escena pictorialista, más preocupado por la verosimilitud que por la realidad. El teatro y la fotografía -de los que se sirvió para precisar algunas de sus obras maestras- tienen -junto con el cine- una deuda impagable con él; tanta, que cualquier espectador medio será capaz de reconocer en sus cuadros los manantiales que han surtido de ideas a algunos de los más aplaudidos decoradores, escenógrafos, fotógrafos y cinematógrafos actuales.