8 oct 2011

Mis muertos más frescos (7): Félix Romeo

Fuente | Rockdelux

Ha muerto un gran hombre escondido dentro de las hechuras de un hombre grande. Ha muerto Félix Romeo, entusiasta cultural de profesión que, solo tangencialmente, se dedicó a la escritura, la crítica, el cine o cualquiera de las (más o menos) bellas artes que alivian nuestra existencia. Quienes le conocimos sabemos que era "una de las personas más buenas del mundo". Quienes gozamos de su compañía en algún momento jamás podremos olvidar que la mayoría de los epítetos elogiosos que contiene el diccionario de nuestra lengua parecían inventados para adornar su persona. Concentraba en su corpachón aragonés todos los valores positivos de los que el resto de la humanidad ofrece solo contadas muestras.

Su obra, escasa pero inmarchitable, posmoderna pero tan clásica, abarca un puñado de libros y traducciones de otros libros, centenares de reseñas y recomendaciones y un hito como 'La Mandrágora', el programa que resucitó la cultura para el lenguaje audiovisual patrio. Sin embargo, su verdadera obra (maestra) era su incansable espíritu agitador, capaz de animar, emocionar, entusiasmar...

Tuve la inmensa suerte de asistir a uno de los talleres sobre escritura creativa que impartió en La Casa Encendida de Madrid hace algo más de un lustro: me enganchó a Perec, me descubrió a Clarice Lispector y Sherman Alexie, me regaló un libro de Patti Smith... me abrió (aún más) los ojos y los oídos a un universo fascinante: la cultura, sin mayúsculas, sin pretensiones; porque él creía que el consumo de bienes culturales suponía el mayor goce para los sentidos -una de sus colaboraciones en Radio 3 se llamó 'El placer de la lectura'-.

Claro que, para Romeo, nada de esto tenía sentido sin la existencia del afecto, del amor, de la amistad: a cultivarlos dedicó el tiempo que sus aficiones le dejaban libre y eso se nota al ojear los medios nacionales en la hora del adiós: ha dejado huella; y un poco huérfanas a publicaciones como ABC Cultural, Revista de Libros, Letras Libres o Heraldo de Aragón, donde se publicaban sus últimos escritos.

Fuente | YouTube

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