28 sept 2011

Lecturas imprescindibles (17): Manuel Vilas. El gran Kahn

Fuente | Presseurop

Desde que tengo memoria he sido un enamorado de la entrevista ficticia, un género literario poco frecuentado pero con grandes epígonos -a los que leí con fruición siempre que pude- que practiqué en otro tiempo y en otro lugar. El pasado fin de semana, uno de nuestros poetas, narradores y blogueros más juguetones, Manuel Vilas, despachó una perla en forma de diálogo inventado entre él mismo y el (casi) todopoderoso Strauss-Kahn en Radar que aquí sirvo tal cual para el deleite de todo aquel que se considere un lector sibarita:

"VILAS: Dominique, qué locura fue ésa, ¿qué hiciste, hombre de dios?

DSK: No sé, Vilas, oí el tam-tam biológico, tambores que venían de los restos humanos subatómicos de las Torres Gemelas, una voz que me decía 'eres Napoleón, el Nuevo Napoleón, ataca'.

VILAS: ¿Pero no te bastaba con disfrutar de una suite napoleónica en el centro de Nueva York?

DSK: Fue esa voz, ya te digo, una voz en medio del capitalismo universal, una voz que me decía 'eres Napoleón, tuya es la vida, devasta, arrasa, coge lo que quieras'.

VILAS: Y Nueva York ha sido tu Waterloo.

DSK: Así es, Vilas. Todo ha terminado. La he jodido bien. Pero me han absuelto.

VILAS: Bueno, yo te perdono. Anda, ve y no peques más.

DSK: ¿Y quién eres tú para perdonar?

VILAS: Yo soy San Vilas.

DSK: Pues si tú eres San Vilas, está clarísimo que yo soy Napoleón. Agradezco tu perdón, me vendrá bien.

VILAS: A sus órdenes, Sire.

DSK: ¿Qué me aconsejas para recuperar mi gracia política? Estos americanos no conocen la grandeur ni han leído a Sade.

VILAS: Un golpe de efecto, eso le aconsejo, Sire.

DSK: He de confesarte que más de una vez me han señalado mi parecido físico con Napoleón.

VILAS: Claro, Sire. Y él sacó fuerzas hasta el último momento.

DSK: Dime tu consejo.

VILAS: Pídala en matrimonio, Sire, a la mujer, a la camarera. Me parece lo más caballeroso. Ahora que nadie se lo espera, diga que se quiere casar con ella. Que se va a divorciar de su actual mujer y se va a casar con la camarera. Piense en el cine de Hollywood. Lo entenderán. Hay muchas películas que tratan este tema. Obama acudirá a la boda, seguro. Habrá película.

DSK: Pero si era fea.

VILAS: ¿Quién?

DSK: La camarera, mon dieu.

VILAS: Entonces, ¿por qué tanta violencia y pasión?

DSK: Era una pasión napoleónica. Atardecía en Nueva York. Sentí terror napoleónico: una especie de vacío monstruoso que nos asalta a los grandes hombres. No sé si eso os pasa a los santos.

VILAS: Por supuesto, Sire, a los santos nos ocurre constantemente.

DSK: ¿Y qué hacéis?

VILAS: Lo que no hacemos es violar monjas. Leemos a San Agustín y ya está. Sire, le recomiendo que lea a Santo Tomás de Aquino o a William Faulkner, es lo mismo.

DSK: A ver, Vilas, concreta: ¿Santo Tomás o Faulkner?

VILAS: Léalos a la vez, una página de Santo Tomás, otra de Faulkner, ya verá que son lo mismo.

DSK: Me han humillado. Me han convertido en basura.

VILAS: Pídala en matrimonio. Eso lo entenderán, una especie de Love Story sobrevenido. Un amor brutal sobrevenido. Hábleles de la película 'Pretty Woman'. Dígales que vio en la camarera a la mujer definitiva de su vida. Que quiere redimirla de la pobreza; dicen que vive en un sórdido piso del Bronx. Diga a los periodistas del New York Times algo así como 'ni Dios ni su mismísimo hijo Jesucristo impedirán que yo me case con esa mujer, a la que amo'.

DSK: Mon dieu, eres bueno, Vilas, eres muy bueno. Qué bien eso último de su mismísimo hijo Jesucristo. Lo pensaré.

VILAS: ¿Qué tal le trataron cuando estuvo en la cárcel? ¿Le dieron bien de comer? ¿Le permitieron usar su propio cepillo de dientes, con mango de marfil, su Rolex, su colonia Armani, sus mocasines ingleses?

DSK: Me sentí el Conde de Montecristo. Era fascinante: El ultraje, la humillación, la calumnia, el oprobio, el insulto, el barro ardiente, créeme, mi querido San Vilas, tú deberías entenderlo, si santo de verdad eres y no un puto impostor español. Todos los españoles sois cerdos pobres, eso llévatelo por delante. Y menos mal que no sigo al frente del FMI, porque os iba a dejar sin un euro a todos los españoles, que no sois más que una panda de vagos, de parásitos, de moros, eso es lo que sois. Estuve en la cumbre de lo humano. Me sentí santificado a través de la mortificación. Estuve en lo más alto. Para alcanzar esta desdicha o infortunio del que gocé entonces, antes hay que haber sido el rey del mundo. Sólo Shakespeare puede entender a Dominique Strauss-Kahn, tío. Tengo un apellido shakesperiano. No estoy al alcance de cualquiera. La velocidad en el descenso la conocemos muy pocos. Esa velocidad es el misterio más grande de lo que somos como civilización. Conozco la civilización humana como nadie. Conozco el capitalismo, y la caída. Soy un prodigio de la Historia, de la Filosofía y del Psicoanálisis. Ya soy un hombre de conocimiento. Fíjate que tan sólo el Conde de Montecristo, Napoleón y yo hemos gozado de estas devastaciones supremas, de la velocidad en la caída. Es una velocidad superior a la velocidad de la luz. Mira, San Vilas, yo soy Francia. Soy refinamiento monstruoso y velocidad civilizadora. Nadie me entiende, casi soy Baudelaire. Si Baudelaire viviera, ¿a quién iba inmortalizar en uno de sus maravillosos poemas, a ese fanático de la monogamia que es Barack Obama o a un libertino como yo? Me estoy viendo en un soneto de Baudelaire.

VILAS: Qué bien, Sire. C’est magnifique.

DSK: Sí, bien, muy bien. C’est magnifique".

Mis posmodernos favoritos (60): Martín Girard

Fuente | Club Cultura

Hace ahora doce meses, el jefe de Deportes del diario El País, José Sámano, "contrató al perspicaz detective privado en paro Martín Girard [...] para que se convirtiera en la sombra del entrenador Mourinho desde la llegada de este al Real Club Florentino hasta la culminación de la más injusta por descompensada Liga del mundo". El matrimonio de (periodística) conveniencia se consolidó y, ya digo, el feliz ayuntamiento está a punto de cumplir su primer año de vida.

Desde sus inicios, aquella crónica de una muerte anunciada -cuando llegue, que llegará más pronto que tarde- se convirtió en cita obligada para todos los (lectores) futboleros patrios, que cada martes dan palmas con las orejas -antimadridistas o, simplemente, antimourinhistas- o se tiran de los pelos -acérrimos merengues- con los arrebatos líricos del cronista. Sucede que, pese a que algunos no terminen de enterarse -"Girard, que firma una infumable columna cada martes en El País, es el único opinador cuyo primer y último objetivo es atizar a una sola persona. Girard lleva ya más de un año arreando a José Mourinho y solo a José Mourinho. Lo hace todos los martes, sin excepción. Y nosotros, como el entrenador portugués, no podemos hacer sino preguntarnos… ¿por qué?" (La Libreta de Van Gaal)-, el ínclito Girard no engaña a nadie, pues la advertencia acerca de sus intenciones quedó reflejada negro sobre blanco bien pronto.

Al margen de cabreos medíáticos, la resurrección de uno de los seudónimos más populares del deporte español no debe sino ser aplaudida por cualquier (buen) amante de la literatura y de la cultura en general. Llegados a este punto, conviene desvelar a los legos en la materia que tras Martín Girard se esconde la pluma de Gonzalo Suárez, uno de los más heterodoxos escritores y cineastas de nuestra península histérica, y que las primeras crónicas de este supuesto detective deportivo que lleva el apellido de la madre de su autor se publicaron hace más de cincuenta años, tras convertirse esta en la segunda esposa de Helenio Herrera, a la sazón entrenador del Barcelona y del Inter de Milán. De ello da fe La suela de mis zapatos, una antología convertida en retrato descarnado de la España del medio siglo (XX), altamente recomendable para todos aquellos que duden de la honestidad del actual látigo de Mourinho. Y, para los que estén hastiados de (tanto) balompié, acaba de reunirse la totalidad de la (deliciosa) narrativa breve de Suárez en Las fuentes del Nilo, un considerable tocho que vale mucho más de lo que cuesta.


Fuente | El País

26 sept 2011

La (eterna) censura

Fuente | Guerra Eterna

Ha sido, sin lugar a dudas, una de las noticias más graves que los españoles hemos recibido en nuestra (todavía) joven e (in)madura democracia: el deseo (público) del poder político (¿y sindical?) de meter mano en la información de servicio (público). Y no precisamente porque dicho deseo supusiera ninguna novedad: a estas alturas los sufridores pasivos de las (des)informaciones -manipulaciones, mentiras, publicidades y propagandas- enmascaradas 'inocentemente' bajo la careta pública estamos más que habituados -¡qué remedio!- a que los gobernantes (supuestamente) democráticos intenten manejar nuestras conciencias a su antojo. La diferencia con lo acontecido en los últimos días es que, hasta ahora, el mangoneo comunicativo se producía en la sombra, sin que hubiera pruebas (irrefutables) del delito. Pero la pasada semana los consejeros de la radiotelevisión pública nacional fueron un paso más allá y se atrevieron a manifestar abiertamente sus ansias controladoras, que en otro tiempo se concentraban en una institución (más o menos) oficial denominada censura. La dictadura de la información, por consiguiente, estuvo a punto de imponerse en pleno siglo XXI y, en el amago, quedaron retratados, una vez más, los principales partidos políticos y sindicatos españoles, a pesar del paripé subsiguiente.

Da igual que hablemos de corrupción, de censura, de mentira... Al cabo, las estrategias se repiten y cada cual sigue, con ligeras variaciones, el ideario que marca su ideología y la (nefanda) interpretación que de ella realizan sus coyunturales dirigentes y/o representantes. Conviene tenerlo en cuenta, ahora que esos siniestros personajes vuelven a reclamarnos para acudir a las urnas: todos son malos -malísimos- pero los hay aún peores, aunque las encuestas parezcan hacer caso omiso a la cruda -crudísima- realidad.

El culebrón de episodios atropellados que se ha vivido estos días en España me ha recordado, por desgracia, que la profesión que elegí hace ya algunos años -y que abandoné, aún no sé si del todo, hace ya algunos meses- está tan viciada que resulta imposible ejercerla de manera independiente. Te cuento: hace algún tiempo sufrí los estragos de los intentos de imposición (des)informativa y opinativa en los distintos puestos de responsabilidad que ejercí de manera interina y fugaz: públicos y privados, jefatura, asesoría y dirección, para más señas. Tanto en unos como en otros se repitieron las mismas estrategias para reconducir un discurso, el mío, que amenazaba gravemente -es un decir- la estabilidad local y regional. En todos los casos el acosador respondía a unos rasgos comunes: individuo gris, acomplejado, venido a menos y con un (in)disimulado afán recaudador que le asegurara una jubilación digna o un porvenir desahogado. En dos los casos me quité del medio cuando estuve a tiempo; en uno me quitaron antes de que mi capacidad de reacción diera señales de vida.

Ahora vivo (más o menos) alejado del mundanal ruido en el que se ha convertido una de las profesiones más ingratas que ejercerse puedan: si no se cumple con los códigos que rigen su práctica, malo; si se siguen a rajatabla, peor.

Fuente | YouTube

18 sept 2011

Mis posmodernos favoritos (59): Reflexiones de Repronto

Fuente | Repronto

El pasado 15 de junio finalizaba la cuarta temporada de 'Reflexiones de Repronto', una de las (más singulares y adictivas) anomalías audiovisuales patrias divulgadas a través de la red de redes. El artefacto, obra de Raúl Minchinela y sus compinches, se ha convertido, desde su aparición en 2007, en uno de esos fenómenos que las recomendaciones en cadena han ido transformando, día a día, en bálsamo imprescindible para sobrellevar la (in)soportable levedad del ser (humano) del siglo XXI.

Después vino el aval de un puñado de sospechosos habituales de la cultura posmoderna. A saber: Jordi Costa: "Una excéntrica, estimulante colección de micro-conferencias-espectáculo en las que los viajes transversales a través de exóticos territorios de la cultura popular cristalizan en iluminadoras cargas de profundidad. Es el programa que uno desearía tener en televisión para terminar el día, cumpliendo la función de un contracultural 'Últimas preguntas', pero el soporte es lo de menos: ese programa existe"; Rodrigo Fresán: "Repronto es un maestro absoluto del libre flujo de conciencia, del nexo absurdo pero súbitamente tan lógico entre dos cuestiones aparentemente irreconciliables y de la contundente y relampagueante miniconferencia"; Miguel Brieva: "Ojalá sólo existieran programas como Repronto en televisión. No, mejor aún, ojalá no existieran en absoluto programas ni televisión, pero que de algún modo ultramagnético o polisensorial nos llegasen sus ondas como una suave brisa marina y pudiéramos disfrutar de su ingenio y su agudeza mientras nos mecemos en una hamaca con los ojos cerrados. Eso no estaría mal, ¿no?; Agustín Fernández Mallo: "El equilibrio entre el delirio, la verosimilitud y la inteligencia es perfecto, humor que sería 'afterhumor', ese que en el ámbito latinomediterráneo tan tópico y nuestro es casi inexistente".

¿Te haces una idea acerca de qué estamos hablando? Imagino que no. Pues el responsable del invento te echa una mano: "Repronto pretende recuperar una tradición española que se ha dado por perdida: la de la conferencia espectáculo. Nuestros modelos son maestros como Ramón Gómez de la Serna (sobre todo) y José Ortega y Gasset. Por otro lado, la estética retrofuturista de Repronto procura beber en la tradición de la Escuela Radio Maymó, que, durante medio siglo, fue el horizonte de la electrónica en España. Hay un tercer modelo, en negativo: el presentador-azafato de gran sonrisa que pretende venderte algo. Repronto es una mezcla de científico loco y supervillano para que el espectador tenga una actitud defensiva y escéptica, el contrario de la relajación buenrollista comercial que se da en nuestros días“.

Lo dicho hasta aquí (te) puede parecer mucho pero no es más que una mera introducción a un universo fascinante. Si aún no lo conoces, tienes por delante 48 capítulos para gozar... y para sumarte a la (interminable) lista de incondicionales de una serie que nunca debería conocer el significado de punto y final.



Fuente | Repronto

11 sept 2011

El día que (no) cambió el mundo


La pregunta del día, de la semana, del mes, (¿del año?) es "¿Dónde estabas tú...?". La cuestión muere, con perdón, en el sempiterno 11-S, logotipo oficioso del ya histórico 11 de septiembre de 2001, el día que cambió el mundo. O no: yo prefiero pensar que ese día únicamente se confirmó que todo es susceptible de empeorar, lo mismo que unos años más tarde, cuando comenzó a desfilar ante nuestros incrédulos ojos una lozana dama a la que todos llaman crisis -el adjetivo, en este caso, lo dejo a gusto del consumidor-. Hoy por hoy, el enemigo público número uno no es el terrorismo global sino la crisis económica mundial, consecuencia, en un alto porcentaje, de la causa provocada por aquel: la guerra de los muchos años.

Por centrarnos en la pregunta de marras, la respuesta es: Llegué a casa cuando el primer avión ya se había estrellado contra la primera torre gemela; encendí el televisor y, cuando aún alucinaba con el thriller más real que el cine posmoderno ha regalado a la humanidad -perdón, de nuevo, por la deformación profesional-, el segundo avión atacó la segunda gemela. El resto del día lo pasé picoteando en todos los medios a mi alcance para regodearme en el asombro, el terror y el dolor. Así somos los seres humanos, las criaturas más animales que pueblan el planeta.

El décimo aniversario de la catástrofe demuestra lo que digo: un bombardeo -perdón, una vez más- sin precedentes convierte en irrespirable la atmósfera mediática de la 'rentrée'. Mi explosiva contribución es este post, que no pretende otra cosa que dejar constancia del agotamiento de una sociedad cada vez más aficionada a mirar hacia atrás (con o sin ira), profundamente inmersa en una retromanía que impide cualquier tipo de progreso.


Fuente | RTVE

Mis posmodernos favoritos (58): Radar

Fuente | Página/12

Los suplementos culturales se han convertido, de un tiempo a esta parte, en el único pilar (más o menos) sólido sobre el que asienta la prensa diaria, más atenta, por lo general, a la (des)información interesada del vulgo y a devenir en el simple envoltorio de un 'totum revolutum' accesorio en el caben todo tipo de productos de usar y tirar -incluidos algunos seudoculturales- que encarecen su precio pero aseguran compradores -que no lectores-. Y, de entre todos los suplementos culturales que en el mundo son, tampoco cabe la osadía de entregarse a ciegas a su lectura indiscriminada pues, las más de las veces, sus páginas no son más que el soporte (in)disimulado de la publicidad y/o la propaganda de la industria cultural.

Por eso, cada domingo resulta un alivio asomarse a las páginas de Radar, una de las joyas periodísticas de mi segunda patria, la Argentina de mi(s) amor(es). Apéndice insustituible del diario Página/12, ese paraíso del progresismo escrito fundado por el imprescindible Jorge Lanata hace ya casi un cuarto de siglo, Radar ha dado (y da) cobijo entre sus tapas a lo más florido de las letras de nuestra fraternal república sudamericana, con textos que mantienen una admirable equidistancia entre un insobornable afán orientativo y el irreverente espíritu cínico marca de la casa: la cultura y el humor hermanados porque la letra, sin sangre, entra (mejor).

Sus portadas (im)pagables [véase, sin ir más lejos, la que luce más arriba], sus hilarantes F. Mérides Truchas -gentileza de Daniel Paz- y la firma que engrandece cualquier publicación posmoderna a ambos lados del charco, Rodrigo Fresán, son parada obligatoria para cualquier viajero cultural curioso y sibarita.


Fuente | YouTube

9 sept 2011

Temporada de (bo)caza(s): se abre la veda

Fuente | YouTube

La (bendita) 'rentrée' posvacacional coincide este año con el (oficioso) arranque de la (fatigosa) precampaña electoral que desembocará el 20 de noviembre en la designación, sí o sí -¡qué remedio!, de un nuevo presidente del Gobierno. Tiempo de sandeces, por tanto, del que ha levantado la veda el ínclito González Pons, desbarrando sin conocimiento a cuenta del paro. Iñaki Gabilondo le ha afeado la conducta (y algo más) desde su 'prisáico' púlpito y con el notable rapapolvo queda inaugurada la temporada de (bo)caza.