Fuente | RTVE
Hace ya mucho tiempo que (casi) todos mis días son de cine, pero sería exagerado decir que 'Días de Cine' forma parte de mi vida desde el principio. Cuando el ahora veintegenario programa televisivo comenzó su andadura allá por octubre de 1991, yo no era más que un adolescente en el que comenzaba a brotar una cinefilia que el tiempo (y el dinero, claro) no han parado de abonar y regar hasta convertirla en un florido jardín de las delicias. Lo que no resulta exagerado, en absoluto, es afirmar que la(s) niña(s) de mis ojos han devorado con fruición la mayoría de los 866 capítulos de esta arrebatada historia de amor al séptimo arte.
Por la redacción de 'Días de Cine' han pasado cineastas como Daniel Monzón, críticos como José Luis Guarner, Jordi Costa, Sergi Sánchez o Alberto Bermejo, actrices-presentadoras como Aitana Sánchez Gijón o Cayetana Guillén Cuervo y, sobre todos ellos, una figura insustituible como Antonio Gasset Dubois, quien fuera director y presentador del invento durante la mayor parte de su exitosa (aunque maltratada) trayectoria: justo hasta que un ERE liquidó hace ahora cuatro años a una de las mejores generaciones de periodistas que ha dado la radiotelevisión pública española.
Sobrevivió el programa a un sentimiento de orfandad más acusado por los espectadores que por sus propios compañeros y hoy goza de buena salud pese a las mellas que los recortes han provocado en sus coberturas festivaleras. Mantiene 'Días de Cine' una admirable equidistancia entre la crítica sesuda -Cahiers de Cinema- y la divulgación informada -Dirigido por...-, sin olvidar que la red acoge en la actualidad otras 'miradas de cine' que demandan la atención debida. Sus reportajes continúan siendo un relato ajustado del presente cinematográfico, pero también de sus referentes, sin los cuales no se entendería nada de nada de lo que se hace hoy en día.
Se echa de menos el cinismo de un conductor que elevó las entradillas y las transiciones a la publicidad a categoría de arte, pero ni siquiera eso tendría sentido en un canal que ya no emite anuncios. Por contra, cada vez son más las ventajas que ofrece el audiovisual posmoderno, como aquella que consiste en visionar el programa de manera fragmentada (y a deshoras) a través de internet, constatando que el continente no afecta al contenido de una joya televisiva sin parangón. De propina, la red permite bucear en el archivo de la casa y regodearse en su glorioso pasado. ¿Qué más se puede pedir?
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