Fuente | Página/12
Los suplementos culturales se han convertido, de un tiempo a esta parte, en el único pilar (más o menos) sólido sobre el que asienta la prensa diaria, más atenta, por lo general, a la (des)información interesada del vulgo y a devenir en el simple envoltorio de un 'totum revolutum' accesorio en el caben todo tipo de productos de usar y tirar -incluidos algunos seudoculturales- que encarecen su precio pero aseguran compradores -que no lectores-. Y, de entre todos los suplementos culturales que en el mundo son, tampoco cabe la osadía de entregarse a ciegas a su lectura indiscriminada pues, las más de las veces, sus páginas no son más que el soporte (in)disimulado de la publicidad y/o la propaganda de la industria cultural.
Por eso, cada domingo resulta un alivio asomarse a las páginas de Radar, una de las joyas periodísticas de mi segunda patria, la Argentina de mi(s) amor(es). Apéndice insustituible del diario Página/12, ese paraíso del progresismo escrito fundado por el imprescindible Jorge Lanata hace ya casi un cuarto de siglo, Radar ha dado (y da) cobijo entre sus tapas a lo más florido de las letras de nuestra fraternal república sudamericana, con textos que mantienen una admirable equidistancia entre un insobornable afán orientativo y el irreverente espíritu cínico marca de la casa: la cultura y el humor hermanados porque la letra, sin sangre, entra (mejor).
Sus portadas (im)pagables [véase, sin ir más lejos, la que luce más arriba], sus hilarantes F. Mérides Truchas -gentileza de Daniel Paz- y la firma que engrandece cualquier publicación posmoderna a ambos lados del charco, Rodrigo Fresán, son parada obligatoria para cualquier viajero cultural curioso y sibarita.
Fuente | YouTube
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