6 jun 2011

Mis posmodernos favoritos (47): Fray Josepho


Cuentan las malas lenguas que bajo el seudónimo de Fray Josepho se esconde un filólogo, medievalista, poeta, humorista, periodista y educador español. Mas poco o nada se sabe a ciencia cierta. Conviene recordar, en todo caso, que los más valientes apuntan a José Aguilar Jurado, un profesor marbellí, como el falso monje hecho por su hábito. Sea.

Lo único constatable que se conoce acerca de su figura es que a finales de los 90 se dio a conocer a la manera clásica de los 'coñones del reino de España' que un día antologara Alfonso Ussía: sus composiciones fotocopiadas circulaban de mano en mano... hasta que apareció internet y la difusión de su obra se tornó mayor de lo esperado. Fue entonces cuando el maestro contemporáneo del género, el difunto Jaime Campmany, le hizo un hueco en la revista que dirigía por aquel entonces,  Época, declarándole además, de forma oficiosa, como sucesor natural.

Desde entonces, algunos de los medios más beligerantes de la derecha (des)informativa han ido aprovechándose de su (mal) humor para avalar las tesis más peregrinas en sus ordinarias acusaciones contra la socialdemocracia, el progreso en general y Zapatero en particular. Y ese trabajo se ha visto recopilado en dos libros: Ópera herética y Con Z de Zapatero.

Últimamente anda algo menguado de creatividad, quizá cegado en demasía por las obligaciones editoriales del medio que lo cobija, que tiene mucho de Digital pero poco de Libertad. Sea como fuere, continúa echando mano de las formas del Siglo de Oro -cuaderna vía, romance, soneto, ovillejos, redondillas...- aunque solo sea para envolver rimas de hojalata. Le salvan de la quema algunas honrosas excepciones del presente continuo y el recuerdo de ilustres piezas del pasado, como aquel soneto en el que atizaba a un rival de los de la acera de enfrente, Moncho Alpuente, que acababa de recoger en un libro sus Versos perversos:

"Para los versos cojos que compones,
y para los futuros que cometas,
te voy a recetar unas muletas,
o, si te van mejor, unos bastones.

Porque los cojitrancos trompicones
que dan los rencos versos jorobetas
que en burdos sonetastros enjaretas
los hacen, más que versos, ser renglones.

Y entre esos rengloncejos que acumulas,
si, rebuscando bien, se encuentran versos,
serán, sin duda, pocos y muy ralos.

Versos Perversos, tú te los titulas.
Exagerado título: ¿perversos?
No hay para tanto, Moncho: sólo malos".

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