12 jun 2011

Mis posmodernos favoritos (51): Manuel Rodríguez Rivero

Fuente | XL Semanal

Ejerce desde hace algunos años -por voluntad propia, harto de estar harto del mamoneo congénito del universo cultureta- una de las profesiones más extrañas del mundo posmoderno: la crítica editorial. Sí, Manuel Rodríguez Rivero, legendario editor de alguno de los más grandes narradores nacionales -Javier Marías o Antonio Muñoz Molina, por ejemplo- en sellos como Cuadernos para el Diálogo, Alfaguara o Espasa, escapó hace algún tiempo del ruedo editorial para ver (y, sobre todo, contar) los toros desde la barrera. A diferencia del crítico literario, que analiza el contenido de los libros, el ínclito comentarista catalán desentraña el continente, es decir, todo lo que sucede hasta que el libro llega al lector y todo lo que viene después.

Es algo así como la portera (indiscreta y charlatana) del edificio editorial español y conoce tan a fondo la vida privada de cada uno de sus inquilinos, que leer sus chismes (metaliterarios) resulta un placer irrechazable para los amantes de los entresijos culturales. En su currículo mediático se cuentan las publicaciones en las que ha colaborado por decenas, pero la mayor parte de sus confesiones han tenido lugar en las páginas de El País -de las que se exilió durante un tiempo por higiene mental a las de ABC-. El diario de Prisa acoge en la actualidad sus dos secciones fijas: 'Los ídolos de la cueva' y, mi favorita, 'Sillón de orejas', ubicada en el rincón más disfrutable (intelectualmente) de Babelia.

Rodríguez Rivero se ocupa, como ha quedado dicho, del mundillo editorial patrio y sus bajezas, pero no se entenderían sus (hilarantes) denuncias sin los excursos contextuales que se pasean por el resto de la cultura, la política y la sociedad de nuestro tiempo. Todo ello pasado por el filtro (mucho más que) irónico que gasta un anglófilo de pro que no puede (ni quiere) esconder su devoción por el humor británico y sus alrededores. Resultado: lo que él mismo definió alguna vez como "notas sedentarias del viajero superfluo".


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