22 abr 2011

Mis posmodernos favoritos (17): Ignacio Echevarría

Fuente | Cuarto Poder

Fue a finales de 2004 cuando Ignacio Echevarría se vio obligado a abandonar la disciplina de Babelia, el suplemento cultural de El País, después de que los capitostes del grupo de comunicación al que pertenece el diario madrileño -Prisa- ejercieran una (velada) censura y una (transparente) presión sobre el crítico literario tras una reseña que afectaba, según ellos, a los intereses comerciales del grupo. El episodio, capital en la intrahistoria del mundillo editorial español del nuevo siglo, dio lugar a un libro clave para entender el estado de la cuestión -la narrativa nacional contemporánea y los entresijos de la industria literaria y mediática que la propician y difunden-: Trayecto. En esta recopilación de artículos, Echevarría incluyó un prólogo que incluía una declaración de principios que lo había de alejar, definitivamente, del ejercicio crítico.

Contraviniendo aquella (auto)impuesta decisión, el ahora editor mantiene en la actualidad al menos dos colaboraciones fijas -en El Cultural de El Mundo y en Cuarto Poder- en las que sigue lanzando sus dardos intelectuales contra todo lo que se mueve (más de la cuenta) en el panorama cultural hispanoamericano. O sea, ejerce la crítica (no solo literaria) pero por otros medios, disfrazando de análisis global lo que no son más ataques particulares a sus legendarias (y numerosas) bestias negras.

Por eso, por lo contradictorio del asunto, y por lo atinado de las reflexiones que encierran, su 'Mínima molestia' y su 'Diario de un caníbal' se han convertido en dos de mis alojamientos favoritos para descansar de la tibia rutina crítica reinante en la península histérica.


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